Reconozco que tengo una especial debilidad por Eduard Punset, y más concretamente por su programa Redes y su blog. Leo hoy un post que acaba de publicar acerca de cómo funciona el aprendizaje. Por lo visto, nuestra capacidad de aprender, de retener recuerdos a largo plazo, se encuentra directamente relacionada con el funcionamiento de unas proteínas cerebrales que activan las prácticas de aprendizaje. Cuando nuestra mente recibe un estímulo busca en nuestra memoria con el fin de "situarlo en su debido contexto y hurgar en su verdadero sentido", pudiendo reaccionar de dos formas: indiferencia o emoción. Es esta emoción de la que parte la creatividad del ser humano, la que le permite construir algo nuevo a partir del pasado.
Según Punset, la ciencia está demostrando que es el pasado, el conjunto de nuestros recuerdos y experiencias, lo que marca la puesta en marcha de cualquier proceso mental innovador. Así pues, "las raíces están en el pasado", pero éste tiene que ser agitado desde el exterior para que se convierta en futuro. En otras palabras, para que la Humanidad pueda avanzar mediante la generación de conocimiento nuevo es necesario que continuamente se reformulen los enfoques, las teorías, los puntos de vista, las prácticas, las herramientas,...
Además de que me da la sensación de que, como indica uno de los comentarios de ese post, no se puede ignorar la importancia de la memoria genética, me planteo si es posible que el exceso de estímulos de todo tipo no provocará un incremento artificial de las reacciones de indiferencia frente a las de emoción.
Estoy pensando en mi actividad docente, en la que cada vez me cuesta más provocar algún tipo de reacción cercana al interés entre el alumnado, y aunque no hay que descartar que con el paso de los años y el incremento de la brecha generacional entre ellos y yo se sientan menos inclinados a sorprenderse o emocionarse con lo que les cuento (o que yo haya perdido capacidades docentes, que todo puede ser :), en ocasiones me planteo si no tenemos entre manos a una generación sobreestimulada (televisión, cine, música, publicidad, sms, chats, foros, vídeos, videojuegos, mundos virtuales, webs, blogs,...).
Esto podría explicar, al menos parcialmente, un fenómeno recurrente desde hace unos años en todo Occidente, del que alertaba hace poco la Comisión Europea en un informe dirigido al Parlamento Europeo sobre cibercapacidades para el siglo XXI: los jóvenes europeos cada vez se encuentran menos interesados en las titulaciones de ingeniería y ciencia. Usan la tecnología, pero no tienen curiosidad por saber cómo funciona.
Ese puede ser el quid de la cuestión en la educación en el futuro más inmediato: ¿cómo estimular a quien está aburrido de estímulos?
Según Punset, la ciencia está demostrando que es el pasado, el conjunto de nuestros recuerdos y experiencias, lo que marca la puesta en marcha de cualquier proceso mental innovador. Así pues, "las raíces están en el pasado", pero éste tiene que ser agitado desde el exterior para que se convierta en futuro. En otras palabras, para que la Humanidad pueda avanzar mediante la generación de conocimiento nuevo es necesario que continuamente se reformulen los enfoques, las teorías, los puntos de vista, las prácticas, las herramientas,...
Además de que me da la sensación de que, como indica uno de los comentarios de ese post, no se puede ignorar la importancia de la memoria genética, me planteo si es posible que el exceso de estímulos de todo tipo no provocará un incremento artificial de las reacciones de indiferencia frente a las de emoción.
Estoy pensando en mi actividad docente, en la que cada vez me cuesta más provocar algún tipo de reacción cercana al interés entre el alumnado, y aunque no hay que descartar que con el paso de los años y el incremento de la brecha generacional entre ellos y yo se sientan menos inclinados a sorprenderse o emocionarse con lo que les cuento (o que yo haya perdido capacidades docentes, que todo puede ser :), en ocasiones me planteo si no tenemos entre manos a una generación sobreestimulada (televisión, cine, música, publicidad, sms, chats, foros, vídeos, videojuegos, mundos virtuales, webs, blogs,...).
Esto podría explicar, al menos parcialmente, un fenómeno recurrente desde hace unos años en todo Occidente, del que alertaba hace poco la Comisión Europea en un informe dirigido al Parlamento Europeo sobre cibercapacidades para el siglo XXI: los jóvenes europeos cada vez se encuentran menos interesados en las titulaciones de ingeniería y ciencia. Usan la tecnología, pero no tienen curiosidad por saber cómo funciona.
Ese puede ser el quid de la cuestión en la educación en el futuro más inmediato: ¿cómo estimular a quien está aburrido de estímulos?
1 comentario:
Hola Enrique. He llegado a tu blog a través del blog de Punset.
Yo creo que más que estimular, es una cuestión de motivar. Es cierto que existe un bombardeo de estímulos, pero no todos son capaces de motivar a las personas, en este caso al alumnado.
Saludos,
Intoku.
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