
Es bastante habitual escuchar que el fracaso forma parte del proceso normal de aprendizaje de los emprendedores. Incluso se sabe que en lugares como Silicon Valley el haber fracasado previamente es un activo valorado, puesto que se supone que ese fracaso lleva aparejado una experiencia y un aprendizaje que serán de enorme valor para experiencias futuras.
En un artículo del New York Times leo que Paul A. Gompers, un profesor de la Harvard Business School quiso comprobar con datos si esta interpretación generalizada de que el fracaso es una fuente de aprendizaje tiene base científica o, por el contrario, no es más que un mito. Y resulta que los resultados indican que, en efecto, esta suposición tiene más de mito que de realidad.
Con su equipo de investigación analizó los casos de miles de empresas puestas en marcha por emprendedores entre 1986 y 2003. Según sus resultados, los emprendedores que obtenían financiación por primera vez tienen un 22% de probabilidades de tener éxito (probaron con diferentes definiciones de "éxito" y los resultados no variaron). Los emprendedores que tuvieron éxito a la primera tienen un 34% de probabilidades de tener éxito en posteriores iniciativas, pero las probabilidades de aquellos cuya primera aventura empresarial había fracasado prácticamente no se alteraban: un 23%.
El profesor Gompers afirma que, aunque encontraron casos de emprendedores que fracasaron en sus primeros intentos y finalmente acabaron triunfando, esto no es la regla general. Según sus conclusiones, el haber fracasado previamente no parece aportar un nivel de aprendizaje que incremente las probabilidades de éxito futuras. Según él, la profunda creencia de Silicon Valley en el valor del fracaso se basa en la errónea generalización de anecdóticos casos de éxito.
Desde luego, me cuesta creer que no se pueda aprender del fracaso, o que el aprendizaje obtenido a partir de un fracaso no sirva para abordar nuevos proyectos con mayores garantías de éxito. Pero la estadística es la estadística y las cifras por lo visto son bastante claras.
Quizás en el fondo sea una cuestión de mantener la esperanza a pesar de las malas experiencias. Ya decía Jardiel Poncela que "la esperanza es lo último que se pierde, y es una pena porque si fuera lo primero se haría algo por arreglar las cosas".
Fuente: New York Times